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El bitcóin tiene un problema. Esta popular criptomoneda no solo lleva aparejado un consumo de electricidad desorbitado y una huella de carbono enorme, sino que además su tecnología es muy compleja, por no hablar de su coste.
«El bitcóin se desarrolló en gran medida sobre una base de desconfianza, en la que todo el mundo es visto como un tramposo hasta que se demuestre lo contrario —explica Rachid Guerraoui, investigador de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, en Suiza—. Utiliza un algoritmo de consenso que requiere que los usuarios demuestren su honestidad mediante la ejecución de tareas informáticas complejas, costosas y que consumen mucha energía que, después, son verificadas por otros usuarios».
A través del proyecto financiado con fondos europeos AT2, que cuenta con el apoyo del Consejo Europeo de Investigación, Guerraoui y sus colaboradores aspiran a cambiar este enfoque de pagos descentralizados. «Adoptamos un enfoque minimalista en el que los usuarios no necesitan llegar a un consenso, solo tienen que impedir el comportamiento malicioso cada vez que aparezca —comenta Guerraoui—. Es decir, asumimos que todo el mundo es honesto, y si alguien observa que un usuario intenta hacer algo mal, se ignora a ese usuario, y solo a ese usuario».
Comunicación frente a consenso
El resultado de este trabajo es un nuevo tipo de algoritmos de cadena de bloques para resolver las transferencias de activos. «En lugar de emplear un modelo de consenso, el enfoque AT2 utiliza la comunicación», explica Guerraoui.
Por ejemplo, si un usuario malintencionado quiere realizar un pago, el sistema impide que nadie acepte dinero hasta que una muestra elegida al azar confirme que el usuario no ha enviado dinero a nadie más. Si lo ha hecho, no se aceptará el pago. «En esencia, lo que planteamos es que solo se necesita intercambiar información con una muestra pequeña, y no un consenso, para poner en práctica satisfactoriamente una criptomoneda», observa Guerraoui.
Al eliminar el requisito de consenso del bitcóin, el proyecto ha logrado transacciones seguras de criptomonedas a gran escala y con un consumo de energía muy bajo. De hecho, según Guerraoui, el coste energético del sistema AT2 es casi igual al de enviar un correo electrónico. Además, solo produce unos pocos gramos de CO2, una cantidad despreciable en comparación con los 300 kg de CO2 que se calcula que se producen con cada transacción en bitcoines.
«Esto nos da una ventaja importante sobre el bitcóin que, según me han comentado, tiene un consumo eléctrico igual al de Austria y una huella de carbono total comparable a la de Dinamarca», agrega Guerraoui.
Escalando hacia el bitcóin
Los investigadores trabajan ahora para ampliar su innovadora tecnología de pago. «Nuestro objetivo es ampliar la tecnología para llegar a un gran número de usuarios, parecido al de bitcóin, pero de una forma mucho más eficiente desde el punto de vista energético y económico», comenta Guerraoui.
A lo que añade que diseñar el sistema de pago fue mucho más fácil de lo que su equipo creía en un principio. «Nos llevamos una grata sorpresa y nos permitió aplicar de forma rápida nuestra teoría a una tecnología capaz de gestionar millones de transacciones de criptomonedas por segundo», concluye Guerraoui.
El proyecto AT2 ha publicado su sistema como código abierto, que ya está disponible para que cualquiera lo descargue y lo use.
También ha suscitado bastante interés, tanto por parte los medios de comunicación como de los inversores. Aprovechando este impulso, Guerraoui y su equipo quieren fundar una organización sin ánimo de lucro que les permita poner su sistema a disposición del público más allá del ámbito de las criptomonedas.